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La marca personal o los muy muy

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La marca personal o los muy muy

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En reiteradas ocasiones los ahora llamados influencers nos exponen a innumerables horas de bailes de reguetón o de cualquier género musical para promocionarse a sí mismos o a bienes y servicios de una amplia gama. Debo confesar que, como comunicador de profesión, estas manifestaciones me causan sospecha. Y más allá de las percepciones personales, considero que es interesante abordar este tema. ¿Por qué alguien baila canciones de Pandora o de Bad Bunny ante los ojos omnívoros de consumidores de contenido, sin límite?

Con el aparecimiento de la convergencia tecnológica llegó una nueva era, la de la narrativa transmedia. También llegó la ola de los prosumidores. En el caso de la primera teoría Henry Jenkins expone cómo las historias viajan de un soporte a otro, con ciertas variaciones. Batman no es el mismo en una serie de dibujos animados que en una película, y por más que hayan diferencias, el conjunto de versiones del personaje forma un universo, un concepto también explorado últimamente a través de las franquicias cinematográficas en Hollywood. En el caso de los prosumidores, ya lo había descrito Alvin Toffler. Hemos llegado a un punto en el que consumimos lo que nosotros mismos producimos. Y es triste porque tal vez no lo hemos pensado con suficiente profundidad, pero muy probablemente trabajamos gratis para las aplicaciones de redes sociales. ¿Qué sería entonces de Facebook, X, TIKTOK y compañía sin nuestros bailes de Macarena, sin nuestras fotos de bautizos, primeras comuniones o cumpleaños del perro?. Nada, no tendrían nada. 

Pero hay otro tema que señaló con claridad Jenkins en 2006. Hay un conflicto entre los medios tradicionales y la cultura participativa. Los fans, que son exigentes y a veces obsesivos, no están dispuestos a aceptar que Han Solo haya muerto así, porque sí. Porque a un estudio cinematográfico se le ocurrió. Para nada. Los fans ahora pueden crear sus propias versiones de los episodios de la Guerra de las Galaxias. Pueden crear, producir y consumir sus propias historias. Los límites de la propiedad intelectual incluso entran en discusión y hasta en disolución. 

Por otra parte, otro trabajo que considero pertinente le corresponde a Slavoj Žižek. Cuando explora los límites de lo irreal y evoca a Jaques Lacan. Žižek evidencia la necesidad que tienen las personas por volver a sentir algo real, cuando el café no tiene cafeína, cuando las cosas se vuelven más y más virtuales. 

Ok, hasta este momento van los autores. Ahora voy con mi propia interpretación. Lacan y Žižek concluyen que existen pesadillas colectivas que, al no poderse resolver en la realidad, sanan o se revierten a través de la ciencia ficción. Spiderman salva a las Torres Gemelas, lo que no ocurrió en la vida real. Las muertes, el sufrimiento y el trauma no se pudieron evitar. Pero reconforma ver que Spiderman lo logre. Y, a lo mejor estamos perdiendo los límites entre la ficción y la realidad. 

He visto muchos estudios jurídicos promocionándose en redes sociales. La estética, los ternos, la barba, el look ganador, en muchos aspectos los jóvenes abogados salen al mundo virtual y real a convertirse en Harvey Specter. Pero la realidad es que pocos son Harvey Specter. Muy pocos. 

Y claro, el modelo económico nos impone convencernos que podemos ser Harver Specter, o Carrie de Sex and The City, o alguna persona mega exitosa como Kim Kardashian.

Y la presión por ser el más -algo- es brutal. Y nos construimos en función de lo que aspiramos ser, y no escatimamos gasto en tiempo o esfuerzo para crear hashtags ingeniosos. Y van también las estrellas de la farándula a postear a cada rato los momentos cumbre de sus existencias. El último baile, la nueva lavadora de ropa, el instante de irse de viaje, los restaurantes que visitan, el beso con la pareja, hasta saliendo de la ducha. Uf.  El límite entre lo privado y público se borró. Habermas….qué diría Habermas que tanto habló de lo particular de la esfera pública. Claro, desde su perspectiva si se incendia un edificio púbico no es igual a que se queme la casa de un particular, pero en las actuales circunstancias parece que el límite es ambiguo. No tan claro. 

Y entonces, ¿por qué terminamos publicando nuestra vida, pasión y muerte? ¿Por qué nos interesa tanto ser tan visibles? ¿Por qué tenemos que ser estrellas?  Por qué tengo, a pretexto de la “marca personal” que publicar en un video altamente falso, forzado mi primer día de trabajo, ¿o cuando tuve alguna frívola reunión? ¿Por qué queremos ser Harvey Specter?

Algo aquí no cuadra, seguramente a medianoche, cuando no podamos dormir, nosotros mismos nos convertimos en nuestros propios verdugos. Bailando, posteando, sonriéndole a una cámara en lugar de sólo sentir el viento. ¿Por qué queremos ser los muy muy?

Tal vez sea importante marcar una ruta o unos límites claros. ¿Dónde empieza y termina la marca personal? ¿Cuál es el límite entre lo público y lo privado? ¿Cuándo se contamina la marca personal con exposiciones excesivas que salen de objetivos estratégicos?

Si los límites son borrosos, vale la pena aclararlos. 

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pablovillalva

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